UN HOMBRE DESCALZO


  

Se sentía cansado, un poco hambriento, extenuado de haber caminado todo el día, como todos los días.
El viento empujaba las nubes oscuras, algunos copos estaban esparcidos, aquí y allá, pequeños copos como pintados, como lunarcitos blancos bordados en el asfalto.
Subió las escaleras, ya era noche, detrás de él alguien empujo las puertas y las  cerró con fuerza.
Se acostó, se tapó hasta la cabeza, se acurrucó como un gato hecho una bola, o como un perro contorsionista que apoya el hocico sobre la cola.
Se durmió profundamente, soñó que tenía frio, que sus huesos eran de hielo, que sus dientes temblaban y sonaban como castañuelas tocando un fado.
Soñó que estaba en un escenario y los lunares blancos de nieve recién caída se convertían en claveles que el público le arrojaba de lo bonito que sonaba el fado.
Se acurrucó más todavía, casi con el mentón tocando las rodillas, le faltaba ponerse el pulgar en la boca y hubiera sido la viva imagen de una ecografía de un bebé a punto de nacer.
Volvió a soñar, soñó que le dolía la panza, que un cardumen de pirañas chiquitas como renacuajos ensayaban sus dientes aprendiendo a morder, soñó que aprendían rápido y sus dientes crecían y mordían como desesperadas de hambre para no olvidar la lección.
El sueño se hizo tan profundo que dejo de soñar con el fado y el frio, con las pirañas y el hambre.
Soñó que un hombre corría descalzo sobre un pasto tierno recién nacido, los arboles desplegaban sus ramas  como alas cuidando de no dañarlo y cientos de pájaros volaban delante suyo y le decían, es por aquí, es por aquí, al final del camino.
En su profundo sueño escucho un sonido intenso, agudo, voces tenues, cada vez más tenues, más lejanas, muy lejanas, y finalmente dejo de escucharlas y dejo de soñar.
Recogieron la nieve, levantaron los cartones, el policía lo movió, el médico tomo el pulso, sacaron un foto de un chico acurrucado con su pulgar en la boca, que parecía la ecografía de un bebé a punto de nacer, un chico sin nombre, sin historia, un chico cansado de tanto caminar buscando el futuro, un chico que fue encontrado congelado contra las rejas de las puertas del subterráneo.
La ambulancia tenia las puertas ya abiertas, los policías prepararon la camilla, un sonido seco, inmenso, atronador como el de cien truenos dejo a todos paralizados, se vio a un hombre correr descalzo,  a su paso el asfalto se convertía en pasto como recién nacido, los semáforos como arboles desplegaban sus ramas como alas, el hombre tomo en brazos al niño y miles y miles  de pájaros los rodearon mientras se los escuchaba cantar, es por aquí, es por aquí, al final del camino, y el hombre descalzo con el niño en brazos fue hacia el camino.

Jorge Mendoza

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