OJO DE PORCELANA
El ojo rodó por el suelo como un botón recién descocido y se detuvo en una esquina, enredado entre pelusas viejas. Detenido, restaría allí una duración incalculable de tiempo, en el silencio del rincón, bajo las cosquillas de las patas de la araña, ensombreciéndose y escondido lejos de la muñeca de porcelana, desde donde, accidentalmente, había caído, para terminar en la esquina del olvido de una habitación de la infancia...
(Todos alguna vez debemos pasar por la "muñeca rota"...)
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