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De la Fa a la FU

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Entre FA y FU. Así soy. Un poco fi-fi, un poco fa-fá, otro poco fo-fó. Paso de lo fi-fí, refinado y barroco, a entrar en un estado fo-fó, ñoño, en un santiamén. Basta un pasaje por el umbral de la puerta, una leve brisa o el ocultamiento del sol tras una nube espesa, para que con total facilidad pase al estado de aplastamiento existencial. Otro cambio climático, de luz, de tiempo y ya estoy a "modo fa-fá". - ¡Fa! ¡Qué mujer!-. Arriba, el impulso vital. Hacedora hasta de casi lo imposible, enérgica, emprendedora. Con el cuerpo dispuesto a todo, ¡a to-do!. Y luego la sombra nuevamente, o la apatía, que es media sombra, o la abulia, que es gris. Ni fu ni fa. Así paseo, de una personalidad a otra a través de los días en que dura éste pasaje por mi existir, de la fa a la fu, nunca dejando de detenerme, a observar en la FE.

FONDOS

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Gustaba de andar por los fondos de las cosas. Actitud rara, pero era así. Se le podía hallar allí, en lo alejado, en lo profundo, en el tope último de los lugares, donde los caminos encontraban su fin, donde ya no se podía seguir. Siempre andaba por los fondos, nunca superficie, nunca periferia, menos, centro. Vivía en una casa al fondo de la calle principal del pueblo, donde el asfalto lindaba con el descampado, donde crecía el último álamo, donde la acequia se cerraba y se perdía debajo de la tierra. Si estaba dentro de la casa, se le podía encontrar sobre la pared del fondo, interpelando el revoque, en íntimo roce con los pedazos de pintura descascarada o el polvo del ladrillo antiguo. La pared del fondo, el final del pasillo, el camino imposible de seguir. Señal de los finales, acentuación del límite último de la casa; el rebote y pegar la vuelta, recorrer el camino inverso, el regreso. Si salía al patio, se paseaba por el fondo del terreno, allí donde los pajonales cerraban el