Ensayo

La durmiente

… y se tiro a dormir cien años. Tal vez más. No habría príncipe que pudiera despertarla, ni con beso, ni regalos, ni dinero. Ella solo quería dormir para siempre.
Había sido envenenada con lo cotidiano, con lo repetido, con lo absurdo del día a día y tan solo le quedaron ganas de dormir y no despertar nunca jamás.
Una vez dormida, ya dejó de pensar, pero previo a esa decisión había pensado, tal vez, demasiado. Desfiles de imágenes e ideas circunvalaban su lucidez, llegando, incluso, a opacar su cordura a menudo.De inmediato, un sopor, sueño más sueño, crecía dentro de si y le sobrevenían una inmensas ganas de acostarse allí mismo donde estuviera, ya fuera el cordón de la vereda, en medio de un andén, al lado de la fuente de la plaza o en el asiento de la sala de espera de un hospital.
Su vida entera sumaba el peso de una loza sobre su cabeza y el de dos plomadas tirando desde cada uno de los párpados hacia el suelo.
Y fue aquel día en que mirando al espejo para encontrarse no pudo ver más que una cara extraña, ajena, plana de algún modo como un retrato antiguo de un pariente lejano. Entonces soltó los hombros, soltó los brazos y soltó el cuello, y la avenida circunvalación de los pensamientos se activó a velocidad autopista, cuando su cuerpo, abatido de infelicidad, pidió dormir.
Ella, desdoblada, pretendía que su mente despierta luchara contra su cuerpo casi dormido ya, y se obligaba a seguir, pero las torpezas se lo impedían: tropezaba con los muebles, rompía la vajilla, equivocaba los lugares de guardado, olvidaba ir a buscar a sus hijos, se dejó la torta de cumpleaños de Manuel en el horno, y la torta se quemó. Un cumpleaños sin torta. Manuel y el resto de la familia estaban decepcionados. Le reclamaron: - Solo tenías que hacer la torta-. Y sobrevino la opinión explicativa: “ella es así”. Pero ella no era así,” las cosas le salían así” y cuanto más luchaban mente contra cuerpo, peor se ponía todo.
Sucumbió al cuerpo y se dijo: - “Quiero dormir, pero no menos de cien años, para sentir, por lo menos, durmiendo, que soy la princesa de un cuento”-.
Se vistió de gala, se adentró al monte llevando una enorme y vieja pecera en desuso, se acostó, cara al cielo y sin ningún esfuerzo, se durmió.
Y. M.

La imagen puede contener: una persona, sentada

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