DESTINO
DESTINO
Pero el viajero que huye
Tarde o temprano, detiene su andar
Volver
Gardel
y Lepera
Descendió en el andén de esa estación perdida en medio de la
nada, cuando la tarde moría en un incendio del horizonte.
Consultó cuando volvía a pasar el tren en la misma
dirección, pasado mañana, le dijeron.
Había elegido ese lugar, solo por el azar del nombre, “El
Destino””.
Dante Jáuregui, tenía por costumbre, cuando el periódico
para el que trabajaba, le encargaba una nota en una provincia lejana, viajar
unos días antes, para poder hacer justamente esto, parar por unas horas o unos
días, en algún pueblo ignoto.
El sentirse ajeno, el hecho de que nadie de su entorno
supiera de su paradero, el ser observado por los pobladores y observar a su vez,
le producía la agradable sensación, de ser el espectador de una obra teatral,
montada exclusivamente para él.
Cruzó la polvorienta calle, y entró en el único bar y
restaurante del pueblo. El propietario, de indudable ascendencia semítica,
encendía sobre el mostrador varios faroles “Sol de Noche “, a querosene, muy
populares en esos años cuarenta, sin electricidad aún.
Se sentó a una mesa y pidió un Cinzano con fernet.
Observando al dueño, pensó, como habrá venido a parar este
turco a un lugar tan remoto, mañana voy a tratar de sacarle el tema, puede
resultar una historia interesante.
Paladeaba tranquilo su bebida, cuando comenzaron a llegar
parroquianos, se sorprendían al verlo, no por eso dejar de saludarlo.
Pidió algo de cenar, y preguntó por un hotel, el único del
lugar estaba a dos cuadras, terminó de comer, pagó y salió.
La oscuridad era total, encendió un cigarrillo y comenzó a
caminar lentamente en la dirección indicada, no se veía nada, parecía que había
descendido sobre el pueblo un gran pañuelo negro, como los que usan las viudas
para cubrirse en misa.
De pronto, sintió un fuerte golpe en la cabeza y perdió el
sentido.
Despertó a la mañana siguiente, cuando los destellos del sol
comenzaron a darle en la cara, con un fuerte dolor, debido al golpe.
Cuando quiso moverse, descubrió aterrado, que estaba atado
de pies y manos cruzado sobre las vías del tren, en un paraje solitario, le
habían robado todo, el bolso con la ropa, los documentos, el dinero y hasta los
zapatos, solo le dejaron el pantalón y la camisa.
Se sintió como una suerte de Cristo contemporáneo, forcejeó
con las ataduras hasta lastimarse sin ningún resultado, el sol, comenzaba a
quemarle las partes de piel expuestas. Pasó así todo ese día, tratando de mover
la cara, cuando sentía que el calor lo calcinaba y rogando que apareciera
alguien.
Por la tarde del segundo día, ya exhausto, con los labios
partidos por la sed, bañado en sudor, aterrado y torturado por el dolor de los
calambres, se abandonó a su suerte.
De pronto, sintió una vibración en las vías, creyó que era
una alteración de sus sentidos, hasta que ésta, comenzó a hacerse más fuerte,
con las pocas fuerzas que le quedaban, ladeó la cabeza, y la vio, era apenas
una mancha oscura en el horizonte que reverberaba a la luz del sol entre las paralelas
brillantes de las vías, el terror, se apoderó de la poca vida que le quedaba,
volvió a forcejear sin éxito con las ligaduras, al mismo tiempo, una compulsión
extraña, lo obligaba a no dejar de mirar la mancha que se agrandaba a cada
instante, hasta que estuvo a una distancia en que podía distinguir
perfectamente la silueta de la locomotora a vapor, avanzando a toda velocidad,
el monstruo, corría entre un ruido ensordecedor de hierros, humo y vapor.
Sintió una opresión en el pecho, que lo obligó a cerrar los
ojos y un dolor punzante.
El tren, tomó un desvío hacia su derecha, cien metros antes
de llegar al lugar donde yacía Dante, él nunca pudo verlo.
Tres días después, un paisano que cazaba, encontró el
cuerpo.
Desde entonces, en el cementerio de “El Destino “, hay una
tumba apartada, rotulada como “NN”, a veces, algún vecino le deja una flor.
La ajenidad, lo había alcanzado para siempre.
Andrés Barral
Mayo de 2019
Escalofriante. Me gusta.
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