UN CUENTO


No es cuando me lo piden.

El cuento viene cuando necesita salir.



I

 Había una vez un cuento dormido en lo profundo, profundo, profundo de un ser extraño. 
 Se tejía a sí mismo como la tela de una araña, con paciencia y con pausas. El cuento necesitaba tiempo para crecer.
 Era un cuento negrito lindo, nacido ahí, donde antes nombré, a partir de una gran idea madre, y de un extraño sueño.
 De chiquito se parecía más a un poema, pero con el tiempo fue tomando cuerpo de cuento, alimentándose de sensaciones, amores y otros ingredientes mágicos que le fueron dando vida.
II
 El lugar que ocupa un cuento en un ser, es un lugar vacío. No necesita desplazar órganos ni estructuras anatómicas. El cuento crece en El Vacío. Crece hasta tocar a un ser humano por dentro y despertarlo. Es así despierto como ése ente se sienta a escribir . Sobre un papel disponible vuelca aquello que le viene pujando desde El Vacío, sin poder explicar claramente cómo es que esto sucede.
III
“Soy cuento y me cuento a mí mismo. No me hago por pedido ni salgo a la luz para cubrir las expectativas de nadie. Solo aparezco cuando no me queda más lugar para crecer, entonces, me concluyo ahí. 
“Una vez afuera, si alguien da conmigo y lo complazco, me digo: “bienvenido el encuentro”.
IV
 El cuento del que aquí les cuento, creció tanto que casi cambió de género; un poco más de historia y se convertiría en novela. Pero no. Este cuento negrito contó sobre una Señora que llevaba a pasear su existencia en una cajita. (Sólo cuando las condiciones se daban favorables, abría su cajita y soltaba su existencia, asegurándose de que no sería amenazada, perseguida ni aplastada por nada, ni por nadie).
 En un descuido, la cajita cayó a un río y la corriente se la llevó lejos. La Señora quedó lejos de su cajita, lejos de su existencia.
V
 La existencia en cajita de la Señora navegó río abajo, atravesando rápidos, cascadas y remolinos, hasta chocar contra una piedra. Por el golpe la caja se rompió y la Existencia quedó a la deriva. Así, sin cuerpo, quiso buscar a la Señora; remontó el cauce río arriba, por el aire, hasta reconocer el lugar en donde había caído. 
 Su sorpresa fue grande al ver que la Señora se había arrojado al río tras su ausencia.
 La Señora sin su existencia se asomó al río, y vio que en el espejo del agua, su reflejo solo le devolvía una sombra, una cara sin rostro, un cuerpo como una silueta. 
 Por más que buscaba, no encontraba lo perdido. Ni por aquí, ni por allá. Se sintió atrapada en un abismo infinito. El desasosiego la invadió de tal manera, que parecía que la mujer no solo había perdido la caja, sino que se le habían ido con ella también toda la ilusión y todo deseo. 
 Asomada nuevamente ante su sombra, dejo caer su cuerpo al río con la esperanza de que el agua la volviera unir a su existencia extraviada, y de no ser posible, quería asegurarse de que ambas, aunque no se tocaran, por lo menos flotaran en la misma manta amplia que forman las moléculas del agua. Mientras pensaba, se dejó llevar por la corriente.
 La Existencia halló a la Señora sin vida, flotando boca abajo, navegando el mismo recorrido que la cajita. La Señora flotaba sin cajita, ni existencia. ¡Qué pena! 
 La Existencia se dejó llevar por el viento (sin cuerpo ni cajita) hacia quién sabe dónde, hacia quién sabe Quién…


No hay ninguna descripción de la foto disponible.



(Existir: Ser o estar. Mostrarse, salir, aparecer. 

Existencia: “estar ahí afuera”)

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Rescate

VELATORIO en el taller literario

LA DURMIENTE