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De la Fa a la FU

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Entre FA y FU. Así soy. Un poco fi-fi, un poco fa-fá, otro poco fo-fó. Paso de lo fi-fí, refinado y barroco, a entrar en un estado fo-fó, ñoño, en un santiamén. Basta un pasaje por el umbral de la puerta, una leve brisa o el ocultamiento del sol tras una nube espesa, para que con total facilidad pase al estado de aplastamiento existencial. Otro cambio climático, de luz, de tiempo y ya estoy a "modo fa-fá". - ¡Fa! ¡Qué mujer!-. Arriba, el impulso vital. Hacedora hasta de casi lo imposible, enérgica, emprendedora. Con el cuerpo dispuesto a todo, ¡a to-do!. Y luego la sombra nuevamente, o la apatía, que es media sombra, o la abulia, que es gris. Ni fu ni fa. Así paseo, de una personalidad a otra a través de los días en que dura éste pasaje por mi existir, de la fa a la fu, nunca dejando de detenerme, a observar en la FE.

FONDOS

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Gustaba de andar por los fondos de las cosas. Actitud rara, pero era así. Se le podía hallar allí, en lo alejado, en lo profundo, en el tope último de los lugares, donde los caminos encontraban su fin, donde ya no se podía seguir. Siempre andaba por los fondos, nunca superficie, nunca periferia, menos, centro. Vivía en una casa al fondo de la calle principal del pueblo, donde el asfalto lindaba con el descampado, donde crecía el último álamo, donde la acequia se cerraba y se perdía debajo de la tierra. Si estaba dentro de la casa, se le podía encontrar sobre la pared del fondo, interpelando el revoque, en íntimo roce con los pedazos de pintura descascarada o el polvo del ladrillo antiguo. La pared del fondo, el final del pasillo, el camino imposible de seguir. Señal de los finales, acentuación del límite último de la casa; el rebote y pegar la vuelta, recorrer el camino inverso, el regreso. Si salía al patio, se paseaba por el fondo del terreno, allí donde los pajonales cerraban el

SED

Sed (O La rebelión de los órganos) Tengo sed. Es una sensación aguda, un ardor en la boca, un escozor. Tengo sed y no la atiendo. Tengo sueño. La Sed intenta arrebatarme el sueño. Lucho por aferrarme a mi buen dormir. Lo logro por un instante. La Sed es como un fantasma que se cuela en la noche. Comienza su recorrido por la boca, y en poco tiempo alcanza a extenderse por todo el cuerpo. Se me seca la lengua, se  me adhiere al paladar.  Entiendo que es una sed que me inquieta y me pide de saciarse.  Se me va  extendiendo más allá de la boca, se expande arremetiendo sobre todos los líquidos vitales que va encontrando en su recorrido.  Oigo sonidos, son las células que comienzan a chasquear. Escucho el crujido mitocondrial. Crepitan las redes tisulares, los entramados cartilaginosos y la poca humedad que recubre mi piel se evapora ante la más leve brisa que se desplaza por la habitación. Son las 3:30, la hora en que los insomnes no duermen. A mí, la sensación dolorosa de la Sed me

SILENCIO

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El silencio era espeso,de tan espeso, impenetrable. Y también era oscuro; un silencio tan oscuro como una pared sólida, como un muro. Un silencio y una oscuridad sólidas, imposibles de atravesar. La sordera total. De pronto un destello de luz se me apareció en un sueño, a través de un pequeño orificio del tamaño que deja la quemadura de un cigarro en un papel. Por detrás del orificio clareaba, se olía, se saboreaba, se percibía el mar, pero no lo podía ver. Cua ndo la imagen dejó de ser difusa y la nitidez entró en mi ojo, encontré que detrás del orificio del papel, sobre un suelo blanco, muy blanco, como una nieve seca, como un porcelanato pulcro, se levantaba una pared aún más blanca, sólida, como un silencio profundo, espeso, sordo. Así era el silencio aquella noche azul...

CAIDA

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CAÍDA En la pausa, el espejo. En el espejo, la pausa. Mirándome a mis ojos negros y dentro de ellos. Viendo la mejilla herida. La pausa por la caída posterior al tropiezo de la prisa. El suelo abraza, detiene, me pide que pare. No paro porque no en encuentro dónde. Pero el sitio-piso me pide que pare. Yo era paso ligero, era salto, era tropiezo, era caída. Ahora soy suelo. La lágrima es testigo del detenimiento. De manera lenta, dejo el suelo y vuelvo, con el paso desacelerado por el miedo. Baño, canilla, agua, espejo. En el espejo la pausa. En la pausa, Yo...

UN CUENTO

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No es cuando me lo piden. El cuento viene cuando necesita salir. I  Había una vez un cuento dormido en lo profundo, profundo, profundo de un ser extraño.   Se tejía a sí mismo como la tela de una araña, con paciencia y con pausas. El cuento necesitaba tiempo para crecer.  Era un cuento negrito lindo, nacido ahí, donde antes nombré, a partir de una gran idea madre, y de un extraño sueño.  De chiquito se parecía más a un poema, pero con el tiempo fue tomando cuerpo de cuento, alimentándose de sensaciones, amores y otros ingredientes mágicos que le fueron dando vida. II  El lugar que ocupa un cuento en un ser, es un lugar vacío. No necesita desplazar órganos ni estructuras anatómicas. El cuento crece en El Vacío. Crece hasta tocar a un ser humano por dentro y despertarlo. Es así despierto como ése ente se sienta a escribir . Sobre un papel disponible vuelca aquello que le viene pujando desde El Vacío, sin poder explicar claramente cómo es que esto suced
                Casi no hay trenes        solo pude ver ese tan ruidoso         que llamò a mi ventana           uno tras otro         los vagones de carga llenos              de incertidumbre.         -------------------------------         Va por el rìo       el cardumen de iguanas        como yo saben     que van a llegar al mar,     poco conocen esas aguas,         se rescatan    en mi mapa de espejismos          me rescato,     hago pliegues con los tiempos,        nazco desde las aguas           voy          resucitada.                        Àngela Intelisano